Cuando Javier Padilla publicó ¿A quién vamos a dejar morir? (Capitán Swing) el pasado octubre, no se imaginaba que las tesis sobre salud pública que defendía en el libro iban a ponerse de relieve de manera tan clara apenas unos meses después.
Ahora este médico de familia atiende a infoLibre después de un día de consulta: le acaban de comunicar que los centros de salud madrileños abrirán también los fines de semana, y aventura que serán ellos los encargados de poner en práctica el cambio de estrategia del Gobierno sobre los tests del coronavirus, que van a comenzar a administrarse a todos los pacientes que presenten síntomas.
En esta crisis se traslucen muchos de los aspectos de la salud pública que le obsesionan: la relación del Estado con la sanidad privada, la defensa de la atención primaria como centro de la política sanitaria, el peso de los cuidados —y no solo de la curación— a la hora de luchar contra la enfermedad, la relación de la salud con las condiciones materiales de los ciudadanos y la creencia de que estar sano no es algo que se logre de manera individual, sino algo que se propicia de manera colectiva. Desde el confinamiento, muchos piensan en todo esto quizás por primera vez.
Pregunta. El libro arranca con una máxima: “Hace falta una comunidad entera para cuidar a una persona”. ¿Nos estamos haciendo conscientes de esta idea en esta situación excepcional?
Respuesta. Creo que al menos se ha convertido en mainstream. Ha salido a los medios, a los patios de vecinos, que tenemos que quedarnos en nuestra casa para protegernos no solo a nosotros, sino sobre todo a las personas que más lo necesitan. No sé si eso dejará un poso cuando todo esto pase, pero sí creo que al menos hemos ganado un referente cultural e histórico al que apelar cuando queramos retrotraernos a ese concepto.
P. En el libro denuncia la progresiva privatización de la sanidad en los últimos años por distintos medios. ¿Cómo está afectando esto a la respuesta ante la crisis?
R. Una de las consecuencias que tiene contratar servicios a la empresa privada es el adelgazamiento de la capacidad de lo público para dar respuesta. Durante el tiempo en que lo público está pagando a otro proveedor para que preste un servicio, no está gastando dinero en renovar su infraestructura, su aparataje diagnóstico, en generar una capacidad adecuada para la demanda que tiene. Y luego se puede privatizar la financiación, la gestión o la propiedad, pero también el control. Y en situaciones como estas, en las que las decisiones tienen que ser claras e inequívocas, eso genera conflicto.
P. ¿De qué manera afecta esa falta de control?
R. Vimos, al principio de todo esto, cómo la sanidad privada estaba derivando a centros de gestión pública a quienes consideraba que podían estar afectados por el coronavirus, y eso sería una cosa clarísimamente inadmisible entre centros de gestión pública. También se ha visto que en algunos contratos de licitación de limpieza de salud privada se capacita a la empresa gestora para que haya un número de días seguidos en los que puede tener desabastecimiento de papel higiénico, por ejemplo. Esto, en una situación en la que se exige una higiene especial, parece una locura.
P. Esto sucede en un contexto de debates encendidos sobre si un seguro privado bastaba para protegerse o no. Y vemos, por ejemplo, que el Gobierno ha dado permiso para que las Autonomías dispongan de los hospitales privados. ¿Cómo afecta esta situación a la conversación sobre el papel de la sanidad privada?
R. Este es un debate afirmativo, no transformador. En España, la gente que tiene un seguro privado no lo tiene como sustituto de la pública, sino para ahorrarse la lista de espera. El modelo de aseguramiento privado es un modelo low cost que se financia básicamente a través de modelos de baja cobertura. Y luego tiene una financiación pública importante, no solo con conciertos, sino con un modelo de asistencia a funcionarios, jueces y militares, algo que viene del franquismo y que es es una anomalía. No creo que eso cambie en absoluto, porque el imaginario colectivo nos hace plantear la sanidad privada como un extra, no como aquello que va a velar por la salud de todos. Además, esta especie de nacionalización acordada simplemente abre un paréntesis, y cuando se cierre, se volverá a la dinámica de funcionamiento previa.
P. Todos los días, a las ocho de la tarde, se aplaude a los profesionales de la salud e, implícitamente, al sistema público. ¿Puede tener cierto capital político más allá de la crisis?
R. Creo que esto viene de que las personas que lo habrían aplaudido cualquier otro día de repente han sentido que la situación les daba la razón. Hay un reconocimiento explícito: sí, era la sanidad pública la que iba a velar por nosotros. De la misma forma que en Madrid, en su momento, la Marea Blanca sí tuvo cierta capacidad de servir de paraguas bajo el cual se articulaban ciertos reclamos, creo que esto puede ser la expresión de un capital político ya existente. Y creo, sin duda, que va a suponer un capital sobre el que articular muchos discursos de cara al futuro. Pero está claro que eso no se construye en una semana, y habrá que ver en qué se traduce: dependerá de lo que hagamos, no va a ser esto de forma espontánea un estallido de comunitarismo y colectividad.
P. Pensemos en que esta crisis pasa. ¿Cree que esto pone un límite político a los partidos que han defendido la privatización como el modelo más eficiente, o que han defendido recortes en la sanidad porque funcionaba mal?
R. Depende de los discursos previos. Creo, por ejemplo, que va a haber una cierta transformación del discurso pandémico en un discurso contra la libre circulación de las personas —nunca de los bienes, por supuesto—. Esto dependerá de la derecha, del bloque reaccionario. Dudo que PP y Ciudadanos se vayan a atrever a proponer una iniciativa privatizadora después de lo que acabamos de ver. Sí es posible que las derechas busquen un espejo en el que mirarse, y nos empezarán a hablar de Singapur, que es el gran modelo liberal… Auno siempre le llama la atención que, como modelos liberales, elijan una pseudodictadura.
P. En el libro habla sobre la necesidad de no convertir los hospitales en el centro de la salud pública, ¿ve una oportunidad en este contexto de configurar los centros de atención primaria no como las migajas, sino como la base del sistema público?
R. Siendo optimista, algo que se va a tener que repensar es cuál es el valor que damos las cosas invisibles a corto plazo. Los mayores recortes presupuestarios desde 2010 han recaído en los centros de atención primaria y en los servicios de salud pública, a los que, cuando ha llegado la crisis, se les exige una respuesta anticipada y con capacidad para detectar y controlar el aumento de casos. Eso hay que presupuestarlo antes de que llegue la emergencia. La mayor virtud de la salud pública es actuar sin que nadie repare en ella; los grandes logros de la salud pública no tienen nombres y apellidos, no son trasplantes de cara o tratamientos innovadores. El problema es que solo son señalados cuando hay una situación de gran alarma.
P. Propone hablar de la salud como un estado más allá de la fisicidad, de lo que entendemos por estar sanos, y que tiene que ver con la relación con la comunidad, incluso con el disfrute del ocio o con la participación. ¿Qué nos está permitiendo observar, desde esta concepción, la crisis del coronavirus?
R. El aspecto más fundamental y obvio es que la salud no es una cosa del yo, sino del nosotros. Tanto en su génesis más mínima, que es que una persona realiza una práctica concreta, y eso provoca el salto de un virus de un animal a una persona, y todo se desencadena, hasta la situación en la que nos encontramos, en la cual para contener la enfermedad son necesarios compromisos muy importantes de la colectividad en su conjunto. Creo que además todo lo que está ocurriendo engancha también con otro aspecto: las personas toman decisiones dentro de un marco, y si no tenemos eso en cuenta podemos hacerles responsables de cosas de las cuales no tienen ninguna responsabilidad.
P. ¿En qué sentido?
R. Con el aislamiento en el domicilio, y cómo se han presentado las medidas de distanciamiento social y las económicas, vemos que a la gente, además de decirle que se tiene que quedar en casa, hay que darle un marco en el que se puedan de hecho quedar en casa: que estén seguros de que no les van a despedir, de que van a tener trabajo cuando acabe esto, de que en estas semanas o meses no van a tener que pagar la hipoteca o el alquiler… La interdependencia y la capacidad para la toma de decisiones, que se basa además no en conceptos etéreos, sino en la más pura materialidad, están muy relacionados con la actualidad.
P. En el libro habla brevemente del conflicto entre el tratamiento de las enfermedades infectocontagiosas y el libre mercado. El Gobierno cierra tiendas pero no obliga al cierre de las empresas, y vemos que las mercancías siguen viajando libremente cuando la gente no puede hacerlo. ¿Qué nos dice esto sobre el sistema en el que vivimos?
R. Acabamos de ver de forma muy clara en estos días cómo al Estado le faltaba poder para actuar sobre lo productivo. A la hora de actuar sobre lo no productivo, como las escuelas, ahí no se dan recomendaciones, se cierra directamente. O incluso se actúa sobre lo reproductivo: se manda a la gente a casa sin reparos en activar esa red de cuidados feminizados. Pero a la hora de cerrar empresas, se empieza recomendando el teletrabajo, se es mucho menos impositivo o incluso se acuerda con los empresarios de la CEOE. Si incluso teniendo como justificación el bien superior que es la salud, no se han podido tomar medidas decididas sobre el modelo de relación del Estado con las empresas y de los empleados con sus empleadores, es complicado imaginar qué otra cosa podría hacer que eso ocurriera.
P. En el libro defiende que “la salud se juega donde transcurre la vida”, más allá del centro sanitario. En los últimos días, veíamos cómo los empleados de Balay o Mercedes paraban la producción para reivindicar su salud. En este contexto, ¿son un riesgo para la salud pública las empresas que imponen el trabajo presencial a sus empleados?
R. Sin lugar a dudas, si se ha hecho con los centros educativos, no tiene sentido que no se haga con las empresas, lugares en los que probablemente, además, las personas estén mucho más hacinadas. Lo que pasa es que, claro, cerrar Mercedes o Balay por motivos de salud pública parecen palabras mayores, mientras que cerrar el colegio del barrio es de lo más normal. Esta crisis evidencia que hay un conflicto capital-vida, hay un conflicto trabajo-vida, y las decisiones que se tomen con un mayor o menor nivel de coerción van a ser las que determinen el resultado final del conflicto.
P. El título del libro, ¿A quién vamos a dejar morir? —que toma de un discurso del filósofo Àngel Puyol—, plantea un dilema que podía parecer teórico, pero que en una situación como esta se transforma en una cuestión material: ¿a quiénes estamos dejando morir?
R. Por ejemplo, cuando llevábamos unos días diciéndole a la gente quédate en casa empezamos a plantearnos dónde se quedaban los que no tenían casa. El a quién vamos a dejar morir tiene una interpretación doble, tanto salubrista como sanitaria. La perspectiva de salud pública deja claro que aquellas personas sobre las que las políticas públicas no actúan, y que se dejan en la periferia de las periferias —sintecho, personas en las cárceles o en los CIEs—, acaban siendo esos a quienes dejamos morir. Y luego en lo sanitario se nos plantea otra pregunta: cómo racionamos los recursos escasos en una situación de pandemia con importante impacto sobre la población. Aunque actúen a niveles distintos, están hablándonos de lo mismo: de justicia social.
P. En el Congreso, el presidente del Gobierno dijo que el coronavirus “no distingue entre clases”. ¿Es cierto?
R. Solamente desde las clases altas se puede decir que el coronavirus no entiende de clases. No me imagino a un sintecho o a una familia de cinco personas que vive en una sola habitación diciendo que el coronavirus no entiende de clases. No puedo imaginarme diciéndolo al paciente con el que he hablado hoy, repartidor de Deliveroo, que se ha levantado con fiebre, tos y dificultad respiratoria, es decir, infección por coronavirus, y al cual su jefe le ha dicho esta mañana que bueno, que hiciera unos cuantos repartos y que después se fuera a casa. Él no ha ido, pero no ha ido por responsabilidad suya. Está claro que el virus no tiene una intencionalidad política, pero sus efectos tienen una capacidad para actuar a nivel político o incluso geopolítico mucho mayor de la que podamos imaginar.
P. Y sucede que el coronavirus se relaciona también de forma evidente con el envejecimiento de la población. A partir de los 50, aumenta la tasa de mortalidad, y vemos cómo algunos de los focos más graves han estado en residencias de ancianos. ¿Es una llamada de atención sobre la fragilidad de unas sociedades envejecidas?
R. Hay un montón de experiencias de fragilidad colectiva presentes en nuestro día a día, pero las hemos echado a un lado para que no nos molesten. Cómo tratamos como sociedad, y muy especialmente desde los servicios públicos, a las personas mayores es un ejemplo de ello. Sobre la enfermedad de infección por coronavirus se ha construido un discurso, principalmente enarbolado por personas más jóvenes y sin patologías, que hace hincapié compulsivo, incluso morboso, en la edad de las personas que fallecían. Una forma, digamos, de externalizar el riesgo. Tiene que haber maneras de comunicar la importancia de proteger a las personas mayores sin necesidad de inocularles el miedo. A este respecto, de la misma manera en que les estamos fallando en la protección por parte de los servicios públicos, les estamos fallando en la gestión informativa.
P. Reflexiona en libro sobre cómo ciertas medidas de salud pública pueden ser o no impuestas por el Estado, refiriéndose, por ejemplo, a la vacunación. En este caso, y en todo el mundo, vemos que se ha optado claramente por la acción coercitiva. ¿Abre la puerta a intervenciones estatales más duras sobre asuntos de salud pública? ¿En qué medida es o no deseable?
R. La salud pública es tremendamente paternalista, siempre lo ha sido: se basa en decirle a la gente que no haga cosas que quiere hacer, anteponiendo la salud de todos a la voluntad individual. Pero uno de los retos que tenemos es no abrazar el autoritarismo como medida de salud pública, sobre todo porque no forma parte del ADN de nuestras políticas: la legislación permite obligar a vacunarse cuando hay brotes, pero hay consenso en que para la población general esto puede ser contraproducente. El gradualismo por el que se optó al principio en las recomendaciones del Gobierno me parece lo deseable, pero nos encontramos en una situación en la que no nos podemos permitir ni un 5% de personas que se negaran a cumplirlas. En realidad, es lo mismo que ocurre con la vacunación. Y cuando hay un aumento de los autoritarismos en Europa, creo que hay que tener un poquito de cuidado.
P. Señalaba también la relevancia del sistema de cuidados en la salud pública. En estos días hemos visto las consecuencias de que se cerraran las escuelas, que los niños pequeños no pudieran quedarse con sus abuelos, grupo de riesgo para el coronavirus, y que muchos padres y madres no pudieran conciliar para quedarse con ellos… ¿Cómo afecta esta crisis de cuidados a la salud de todos?
R. Tenemos un sistema sanitario muy orientado a la curación, y poco a los cuidados, y unas sociedades en las cuales los cuidados se desplazan hacia un lado o se meten debajo de la alfombra. Hay una realidad material que se va a imponer: la necesidad de que esto tenga un lugar central no solamente hacia abajo, con los niños, sino hacia arriba, con los mayores. Este es uno de los grandes retos de las sociedades en las próximas dos décadas.
Aunque me llama la atención que el discurso sobre el coronavirus referido a los niños esté tremendamente ausente. Pedro Sánchez dio una rueda de prensa en la que dijo cuatro veces lo que podemos hacer con nuestros perros, y ni vez dijo qué podemos hacer con nuestros niños. Una sociedad que tenga en cuenta las necesidades de la infancia sería una que asumiera que salir con los niños a dar una vuelta a la manzana no aumentaría el riesgo de nadie, y estaría reconociendo no las singularidades de los padres que tienen hijos, sino las singularidades de los niños como sujetos de derechos.
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Lo que esta crisis está dejando meridianamente claro es que el Modelo montado hasta ahora, ha sido claramente sobrepasado, no ha servido para dar respuesta a la nueva situación planteada .
ResponderEliminarEs a la conclusión que frecuentemente se ha llegado a lo largo de la historia en la que se llega se constata que cómo tenemos montado nuestro mundo ya no vale debido a las nuevas circunstancias o situaciones que hasta ahora no se habían dado o que por lo menos no habíamos conocido en muchísimos años.
Es a la conclusión que llegaron seguramente cuando se dieron cuenta que las fortificaciones que tenían montadas ya no servían para parar el avance del enemigo (Linea Maginot, las fortalezas realizadas por el marqués de Vauban,) y tenían que buscar unos nuevos sistemas o modelos de actuación o que no valía seguir haciendo rogativas para que lloviera sino que era más seguro embalsar el agua en los días que llovia y luego aprovecharla en las temporadas de sequía y otros muchos casos mas….
La situación nos ha llevado a la crisis en la que estamos y estas pueden servir para seguir profundizando en la misma dirección hasta que llegue la siguiente y todavía mas profunda crisis ( como nos pasó con la crisis de la burbuja inmobiliaria, y la 2ª versión a la que vamos encaminados ) o pueden ser momentos de oportunidad, momentos de iluminación en los que enmendar el camino.
¿ Para donde tomaremos entre todos tras la finalización de esta crisis? .
Aún hay clases: la ‘facha’ Aguirre se cura en un hospital público y la ‘progresista’ Calvo en uno privado
ResponderEliminarhttps://okdiario.com/espana/aun-hay-clases-facha-aguirre-cura-hospital-publico-progresista-calvo-uno-privado-5346133
Esperanza Aguirre y su marido han abandonado este lunes la Fundación Jiménez Díaz tras vencer al coronavirus. Lo hacían horas después de que la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, ingresara en la clínica Ruber de Madrid por una infección respiratoria, uno de los síntomas asociados al coronavirus, motivo por el que la dirigente socialista ha sido sometida al test. A la hora de cerrar esta información aún se desconoce el resultado.
La coincidencia de que Calvo y Aguirre, dos mujeres de gran relieve político, hayan tenido que pasar como pacientes de la Sanidad española no ha pasado desapercibida a una opinión pública sometida al persistente mensaje gubernamental que ensalza lo público y desdeña lo privado.
La realidad es que, a la hora de la verdad, cuando la salud está en juego, la ex presidenta madrileña, convertida por la izquierda en el ángel exterminador de los servicios públicos, ha permanecido ingresada en el hospital que le correspondía como beneficiaria del Sistema Madrileño de Salud, la Fundación Jiménez Díaz. Tanto Aguirre como su marido han sido tratados en las dependencias públicas de un centro que también funciona como privado.
Por el contrario, la vicepresidenta del Gobierno progresista ha ingresado en la Ruber, una de las más prestigiosas clínicas privadas de Madrid. El comunicado oficial de Moncloa informando del ingreso de la vicepresidenta recordaba que Calvo es funcionaria de carrera y construía una coartada para disimular la contradicción en la que incurría la socialista: «Se encuentra en la clínica Ruber de acuerdo con los convenios de Muface, la mutualidad pública a la que pertenece».
Sin embargo, aún tratándose de una funcionaria de carrera, Calvo pudo elegir como mutualista recibir la misma cobertura en la sanidad pública, porque no es obligatorio para los asegurados de Muface acudir a las clínicas privadas.
Está claro según cómo iba desarrollándose últimamente el modelo hasta ahora existente” a quien estábamos dejando morir”, como dice el título del libro.
ResponderEliminarEn los últimos años han ido desmantelando el anteriormente denominado “ modelo del estado de bienestar” y nos encontrábamos en los momentos previos a la aparición del coronavirus con una Sanidad Pública Parasitada por la Sanidad Privada y con unos presupuestos muy justos que no han posibilitado el hacer frente correctamente a esta crisis ; con una atención mercantilizada en las Residencias de la 3ª edad en la que se prioriza la obtención de beneficios a la atención a las abuelas( poco personal, mal pagado…); con unas Pensiones de mera subsistencia( menos mal que la epidemia no se ha producido en invierno en que muchos de nuestros mayores no hubieran podido ni encender las calefacciones); con un sistema educativo en el que impera el cómo sacarle a los padres los escasos ahorros que tienen para pagar los masters que sus hijos necesitan hacer después de hacer las carrera universitarias, ya que de otra forma no le valen los títulos más que para decorar las paredes de las casas.
Y todo ello nos lo han hecho tragar, con todos los medios de comunicación haciendo de palmeros , alabando por tierra mar y aire lo contentos que tendríamos que estar ya que viviamos en el “oasis de Euskalerría” al que bien es verdad que cada día que pasaba se le están cayendo mas palmeras( vertedero de Zaldibar, OPE de Osakidetza, Clínica de la Asunción, conflicto en las residencias de ancianos, reivindicación semanal de los pensionistas durante dos años….
La crisis del virus está sirviendo para dejar todavía más al aire las vergüenzas del modelo imperante.
¿ Espabilaremos?
El bichito está demostrando ser un buen indicador del desastroso sistema económico-sanitario que hasta ahora teníamos montado.
ResponderEliminarHemos deslocalizado un número grande de empresas que al parecer no eran rentables aquí y ahora dependemos de otros paises para que nos provean de mascarillas, de test diagnosticos, de respiradores, de mascarillas protectoras o de chapuzillas para salir del agujero
Una cooperativa de Hernani fabricará 10 millones de mascarillas quirúrgicas al mes
https://www.naiz.eus/eu/actualidad/noticia/20200401/una-cooperativa-de-hernani-fabricara-10-millones-de-mascarillas-quirurgicas-al-mes
VW Nafarroa entrega 1.000 pantallas protectoras producidas con su impresora 3D
https://iruindarra.naiz.eus/eu/info_iruindarra/20200401/vw-nafarroa-entrega-1-000-pantallas-protectoras-producidas-con-su-impresora-3d
Respiradores con motores de limpiaparabrisas
• El respirador diseñado en SEAT Martorell ya ha conseguido la homologación por parte de Sanidad
http://revista.dgt.es/es/noticias/nacional/2020/04ABRIL/0401-SEAT-Respiradores.shtml#.XpG8Y_0zZ0w
Pero no para ahí la lamentable situación de partida con la que contábamos para hacer frente a una situación de crisis.
A nivel sanitario nuestros respectivos gobiernos , también han sido superado por la situación y unos han tenido que recurrir a solicitar sanitarios a otros países a pesar de ser el 3er país mas poblado de la CEE.
Rusia, Cuba y China prestan asistencia médica a Italia
http://www.rfi.fr/es/europa/20200323-rusia-cuba-y-china-prestan-asistencia-m%C3%A9dica-a-italia
Nuestro país no va a solicitar médicos de otros países
Coronavirus: España no se plantea traer a médicos de otros países
https://www.redaccionmedica.com/secciones/sanidad-hoy/coronavirus-espana-no-se-plantea-traer-a-medicos-de-otros-paises-2643
pero han tenido que echar manos de médicos jubilados , de médicos que acaban de salir de la facultad , de sanitarios de otros países residentes aquí, etc .
Este sistema ya tenía muchas goteras y deficiencias antes de la llegada del bichito. Espero que una vez se haya ido, haremos lo posible para no tropezar nuevamente con la misma piedra.
“Fondos, aseguradoras, ladrillo y grandes fortunas: los amos de los mayores grupos de residencias de ancianos en España
ResponderEliminarLa insuficiente oferta de plazas públicas y el envejecimiento de la población española han atraído a este sector a numerosos fondos y a multinacionales especializadas, en especial, francesas
Grandes fondos de inversión y de capital riesgo, aseguradoras, constructoras y compañías participadas por grandes fortunas españolas copan el capital de las principales empresas del sector de las residencias de ancianos en España, un negocio de triste actualidad en estos días por la emergencia sanitaria del coronavirus. La pandemia está teniendo un tremendo impacto en este colectivo, el más vulnerable a la COVID-19, con miles de fallecidos en estos centros”.
¿ Que habrán venido a hecer estos buitres a las residencias de la 3ª edad?
Esta es otra muestra mas del ejemplar modelo que se ha venido desarrollando en los últimos tiempos en esta sociedad.
Los beneficios que obtienen, que los obtendrán sin ninguna duda, los consiguen disminuyendo los ratios de los trabajadores por residente, disminuyendo las prestaciones que dan, ya que está claro que todo lo que estos fondos buitres obtienen lo pierden los residentes y los trabajadores de las residencias, dando como consecuencia, el que favorezca que un gran porcentaje de los fallecidos por esta pandemia se estén produciendo en las residencias de la 3ª edad.
Aprenderemos muchas cosas de esta crisis, sus consecuencias serán importantes tanto desde nuestra visión personal, como para el futuro del sistema sanitario y de la sociedad: Muchos ciudadanos se cuestionan sobre temas vitales, como el miedo que tenemos a estar enfermos, o la necesidad y el importante papel para la salud, del apoyo mutuo y de la solidaridad entre las personas.
ResponderEliminarPero lo que más está demostrando esta crisis del coronavirus, es la necesidad de tener una sanidad fuerte, dinámica, equitativa y apoyada en criterios científicos y eso solo se puede conseguir con un sistema de salud basado en una sanidad pública. Ahora podemos valorar la capacidad de respuesta del sistema público y de sus profesionales ante la tremenda demanda asistencial, así como la verdadera oferta de la sanidad privada, sus limitaciones y prioridades, que por ejemplo les ha conducido ante esta situación a plantear ERTES en lugar de poner todos sus recursos a disposición de la sociedad.
Estamos aprendiendo la necesidad de salir de la crisis con un modelo más eficaz, pero también más justo y más solidario. Será necesaria una mayor inversión en sanidad, pero también un profundo cambio de modelo y de prioridades, con una mayor coordinación entre los niveles asistenciales, la potenciación de la Atención Primaria y sobre todo el aumento de los recursos dedicados a la Salud Pública (a la que apenas se dedica actualmente el 1% del presupuesto sanitario). Se trata de estar más preparados ante futuras situaciones epidémicas, de instaurar mejores medidas para la prevención y de priorizar las actividades que más inciden sobre los determinantes principales de la salud de las personas
"Lo que planteamos como ADSP-IB
ResponderEliminarCreemos, que precisamente en un momento de crisis, es necesario, que nuestra sanidad pública avance y pueda responder mucho mejor a situaciones excepcionales como la presente. Hay que aprender de la realidad y en este momento y sobre todo, cuando se haya superado la fase más aguda de la pandemia, no volver a caer en los mismos errores:
-Debemos construir un sistema sanitario que cuente con amplios recursos en Salud Publica y basado en un modelo colectivo, en la Atención Primaria y en una sociedad empoderada y comprometida en el cuidado de su salud.
-Hay que exigir a los políticos y a los poderes públicos, que gestionen sin tibieza la sanidad buscando criterios de beneficio social, aplicando los principios de conflicto de intereses y que se invierta sin dudar en nuestro sistema sanitario público.
-Poner en valor a las organizaciones sociales que han trabajado estos últimos años para defender la sanidad pública y unir a esa población que aplaude a los sanitarios todos los días a sus reivindicaciones. En nuestro ámbito, las propuestas bien estudiadas y documentadas de la ADSP-IB y de la Plataforma Ciudadana per la Sanitat Pública de les IB, planteadas los últimos años (https://adspillesbalears.org/es/), son un punto de partida para que nuestra sanidad pública avance hacia la construcción de un nuevo modelo.
Creemos, que precisamente en un momento de crisis, es más necesario que nunca, que nuestra sanidad pública avance y pueda responder mucho mejor a situaciones excepcionales como la presente, para avanzar hacia la construcción de un nuevo modelo basado en el derecho a la salud de las personas esté por encima del negocio de la salud".