IÑIGO JACA ARRIZABALAGA (MÉDICO)
Si la pandemia nos mostró que teníamos insuficiencias de camas, hospitalarias y UCI, de recursos de atención primaria para atender a los ancianos de las residencias y a la población en general, está claro que quienes desatendieron a los ancianos y acrecentaron las listas de espera quirúrgicas de los cánceres y no covid-19, desean persistir en sus políticas temerarias e imprudentes.
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Estos días estamos viendo como algunas autoridades municipales se están preocupando por los problemas de asistencia sanitaria locales. Si bien carecen de competencias de gestión, centralizadas en los Departamentos de Salud y en Osakidetza y Osasunbidea, están interviniendo tanto en la lucha contra el covid-19, como en la oposición a los recortes que realizan las administraciones sanitarias.
Así pudimos leer la protesta del alcalde de Larrabetzu, Iñigo Gaztelu, ante la administración sanitaria, a principios de año, porque dejaron sin médico el consultorio durante las vacaciones de Navidad. Desde que Osakidetza inventó esa estructura de gestión hospital-centrípeta, llamada OSI, el criterio de calidad de acercar los servicios a la población ha entrado en crisis y los hospitales devoran los recursos de la atención primaria.
Cuando la pandemia nos mostró la cara más dura, Osakidetza y Osasunbidea, que carecían de equipos de protección, y en previsión de que se produjeran muchas bajas por contagio, optaron por concentrar los recursos en algunos centros de salud y en los hospitales. Ahora que ya hay suficientes EPI para los trabajadores, y que se ha cambiado de estrategia, yendo a la búsqueda de contactos con los PCR positivos, no tienen ningún sentido el repliegue de recursos ni las trabas telefónicas para acceder a las consultas médicas presenciales.
Otro alcalde que actuó con la pandemia fue el de Galdakao, Iñigo Hernando, denunciando ante la opinión pública y la justicia, la situación sufrida por los ancianos de varias residencias ubicadas en su municipio. Su relato fue muy duro, pero muy necesario entonces, para que tomásemos conciencia de lo que estaba sucediendo. Espero que la justicia dé buena cuenta de lo acontecido y quienes tengan la competencia de supervisión sobre estas residencias, sean más diligentes en su trabajo.
Adur Ezenarro, alcalde de Ordizia, está dando una lección de liderazgo sanitario con su actuación ante la situación que está sufriendo su localidad y entorno. Gracias a él y a su equipo estamos conociendo los datos que no los facilita, o lo hace tarde, la consejera Murga, a pesar de que ella los obtiene del servicio público de salud. Y gracias a los datos de los que dispone el alcalde, está tomando iniciativas rápidas para detectar contactos y proteger la salud de la población.
Cuantos datos maquillados nos ha ofrecido la administración sanitaria, diciendo que somos los mejores, los que más gastamos por habitante y año del Estado. Sí, pero esta pandemia nos ha demostrado que no somos los que mejores resultados hemos tenido.
Y finalmente Koldo Leoz, alcalde de Lizarra, oponiéndose al cierre de la maternidad del Hospital Garcia Orcoyen. Esta pandemia no solo está afectando a las personas directamente, también está siendo utilizada por los gestores sanitarios públicos para agudizar sus políticas de recortes.
Si la pandemia nos mostró que teníamos insuficiencias de camas, hospitalarias y UCI, de recursos de atención primaria para atender a los ancianos de las residencias y a la población en general, está claro que quienes desatendieron a los ancianos y acrecentaron las listas de espera quirúrgicas de los cánceres y no covid-19, desean persistir en sus políticas temerarias e imprudentes.
La lección elemental de que los recursos sanitarios hay que planificarlos previendo también las epidemias, y que no se debe seguir planificando recursos soportando listas de espera de hasta seis meses, es una asignatura pendiente para nuestros gobernantes. Gracias a las inquietudes y actuación de las representaciones municipales no perderemos la esperanza.
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